Cine, una polémica iniciativa de ley

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Cada vez se hace más cine en Guatemala. Y de mejor calidad. Sin embargo, sus profesionales siguen viviendo en las mismas precarias condiciones de hace décadas. La iniciativa de Ley de la Industria cinematográfica y audiovisual sigue parada en el Congreso desde que se presentó en 2007 y actualmente, ni siquiera los cineastas pueden disfrutar de algunos de los fondos de ayuda, como los de Ibermedia, así que se ven obligados a hacer más malabares de los acostumbrados para poder sobrevivir de su arte.


Por Ana Martínez de Zárate
“Lo que ya meritito viene es la ley de cine… Así estamos de que el gobierno nos apoye. Ya cacharon que hay un montonón de gente que vivimos de esto. Además, es bueno que haiga cine para que las presentes y futuras generaciones sepan cómo somos, cómo hablamos, cómo nos miramos, cómo es la esencia del chapín“. Lo decía un personaje del primer corto que promocionaba esta ley. Otro hombre, más pesimista, le contestaba: “Saber cuánto tiempo va a pasar engavetada esa babosada“. En la conversación se iban uniendo otros personajes que contaban las bondades de la propuesta de ley y, finalmente, todos se mostraban optimistas y convencidos del cambio que se produciría, si se aprobara, en las vidas de los profesionales audiovisuales.

Sin embargo, el hombre pesimista del principio es el que acabó teniendo razón. Después de más de cuatro años, aún no hay avances y los profesionales audiovisuales siguen esperando y haciendo películas con los mismos o menos recursos que antes. 

La mayor parte de los cineastas guatemaltecos deben acudir a las donaciones desinteresadas de conocidos y amigos o de asociaciones y fundaciones. Así lo hizo Rodolfo Espinosa cuando grabó su primera película Aquíme quedo, quien utilizó sus propios fondos y las colaboraciones para poder llevarla a cabo. “Me dejaron el equipo gratis y un restaurante colaboró proporcionándonos la comida durante el rodaje en Quetzaltenango”.
Espinosa, de vez en cuando, usa las redes sociales para pedir apoyos entre sus contactos. Por ejemplo, hace poco para la película que actualmente está rodando, Polushka, imploraba para que le prestaran una moto durante dos días. Y es que al no estar constituido como una empresa no puede optar a coproducciones con extranjeros ni tampoco a los fondos internacionales de cine, las formas más sencillas en Guatemala para conseguir el dinero necesario para grabar un filme.

Uno de los fondos que más aportaba a los cineastas guatemaltecos era Ibermedia, un fondo iberooamericano cuyo objetivo es promover entre sus Estados miembros la creación de un espacio audiovisual iberoamericano por medio de ayudas financieras.

Para poder optar a la financiación de los productos audiovisuales, el estado de Guatemala debía pagar una cuota anual. No lo hizo; pero debido al boom del cine chapín hace unos años, Ibermedia decidió dejar participar a los autores guatemaltecos hasta que se aprobara un acuerdo, que incluyera esa partida en el Presupuesto General.

De estos fondos se beneficiaron durante tres años muchas producciones; pero esa aprobación –como la ley- nunca llegó; e Ibermedia y sus 17 estados miembros, se cansaron de esperar, así que la deuda actual adquirida por el Estado alcanza alrededor de los $US300,000. “Ahora, además, tenemos las ayudas congeladas“, lamenta Lucía Morán, la actual presidenta de la Asociación guatemalteca de Audiovisual y Cinematografía, Agacine.  

Propuesta de Ley

Otra herramienta para fomentar y mejorar la producción audiovisual era la mencionada iniciativa de ley. “Para crear una industria necesitamos que nos eche una mano el Estado. Todas las industrias han sido ayudadas por el Estado. Todas. Y todo el cine es subvencionado, menos el de Hollywood y el de Bollywood“, señala Secil de León, secretario de Agacine.

Por ese motivo presentaron una propuesta en el Congreso en el 2007; pero como reconoce de León, no era la adecuada: “Los cineastas hacemos películas, no leyes. Nuestra propuesta del principio no estaba adaptada a nuestra realidad. Proponíamos impuestos, cuota de pantalla y eso es imposible, en la actualidad“.
Así que durante dos años trabajaron con los diputados de la Comisión de Economía, liderada por Mariano Rayo, para reformarla y adecuarla al contexto guatemalteco. Una vez redactada de nuevo, la Comisión emitió en 2009 un “dictamen favorable“. 

En esta nueva propuesta se centraron en la creación de un Instituto Nacional de Cine, al que llamarían Ideacine, con un fondo presupuestario del 0,025 por ciento del Presupuesto General, lo que equivaldría, según de León, a alrededor de Q13 millones, que se repartirían de la siguiente forma: un 30 por ciento para el funcionamiento y un 70 por ciento para apoyar las producciones nacionales. Otras de las funciones del Instituto sería la de proporcionar la formación adecuada a todos los profesionales audiovisuales (en la actualidad la única escuela de cine es Casa Comal y es privada); la investigación, la restauración y el registro para formar un archivo histórico.

¿Censura?

Este último y pequeño punto es el que provocó una ardua polémica. El artículo en cuestión se titula Obligatoriedad de Registro y dice así: “Para establecer un orden y manifestar un registro de las producciones realizadas en el país por productoras extranjeras, estas deberán iniciar todos los trámites correspondientes ante la Comisión Fílmica Guatemalteca“.  Esta comisión es un ente que se crearía con los objetivos de facilitar las gestiones burocráticas a las producciones extranjeras y también, a las nacionales.

La Cámara de Medios de Comunicación, la Cámara de Radiodifusión de Guatemala y la Unión Guatemalteca de Agencias de Publicidad (UGAP) publicaron, el 2 de febrero del 2010, un comunicado que alertaba sobre la presentación de “una iniciativa de ley que pretende (…) violar la Constitución de la República y establecer una entidad burocrática con la autoridad para censurar cualquier tipo de material audiovisual”. 

Gabriel Orellana, asesor de esas instituciones, lo explica: “Lo que pasaba era que la propuesta de ley estaba redactada de una forma muy vaga o amplia. Entonces el artículo donde obligan a registrar las obras audiovisuales puede prestarse a equivocaciones. Primero, estaba un problema de costo para las agencias de publicidad, pues ese registro implicaba un gasto y luego, otro de censura. Un gobierno malintencionadamente  puede ejercer censura con este punto en la ley“.

Sergio Ramírez, el reciente ganador de un Ícaro por su película Distancia –realizada también a base de donaciones-, no está de acuerdo con esta explicación y opina que las Cámaras y la UGAP simplemente están protegiendo sus intereses en la producción de publicidad. “Al haber una ley”, señala, “se les cobraría si traen a un fotógrafo extranjero para hacer un comercial en Guatemala o si exhiben acá un comercial producido fuera. Pero esto es lo que ocurre en todos los países“.

Según Daneri Gudiel, productor y actor guatemalteco, “a la UGAP y a algunos cineastas no les conviene porque la tierra de nadie es la tierra de todos.  Si no hay ley, se pueden aprovechar más. Las agencias de publicidad son las que pagan un sueldo de tristeza a sus técnicos audiovisuales”.
Además, Ramírez añade que hay que tener mucho cuidado con la aprobación de la ley “para que no pase como en Panamá“.

En este país hubo grandes críticas a la ley de cine aprobada en 2007, durante el gobierno de Martín Torrijos. Según opinaba el presidente de la Asociación Cinematográfica de Panamá, Luis Pacheco –en una entrevistapublicada en el diario La Estrella, en 2009- “la ley panameña de cine lo que hace es poner las cosas fáciles a una empresa extranjera que se quiera instalar en el país, pues no tienen que pagar ningún tipo de impuestos y cuentan con todos los beneficios del mundo, a tal punto que si una empresa se instala en un zona especial de Panamá sería la dueña y señora del cine panameño”. Por eso mismo desde hace un año vienen trabajando en una reforma de la ley donde se igualen o equiparen esas ventajas para los productores nacionales.
Del otro lado, según Gabriel Orellana, otro de los problemas de la iniciativa de ley guatemalteca fue que estuviera defendida por el político Mariano Rayo, quien contribuyó a “malograrla“, haciendo declaraciones como la de que “el presidente, Álvaro Colom, quería que se aprobara pronto la ley, lo que generó muchas suspicacias y desconfianza“, expresa.

Interés incipiente

Lucía Morán y Secil de León saben que con la oposición tan fuerte por parte de las Cámaras y la UGAP no tienen ningún futuro. “Los diputados se inhiben ante la opinión de ellos, así que tenemos que hacer los cambios que tengan que ver con lo audiovisual y volver a hablar con los dueños de los medios. Esperamos que en el próximo año, con una nueva reformulación, pueda ser agendada y aprobada finalmente por el Congreso“, dice de León.

Sin embargo, otros cineastas piensan que no se debería negociar con ellos. Así lo cree, por ejemplo, Sergio Ramírez: “No quiero que se exhiba mi película en cines comerciales. Para mí, lo fundamental es que el Estado apoye otro tipo de espacios para que se puedan ver películas independientes“.

Para Ramírez, aunque aún incipiente, ya existe interés en parte de la población guatemalteca. Hace menos de un mes en la presentación de su película en la edición del festival Cinespacio, en Quetzaltenango, logró reunir a más de 300 espectadores. Otra película nacional como Puro Mula, de Enrique Pérez,  obtuvo el mismo éxito de convocatoria. El jueves pasado en la capital se acabó uno de los festivales más prestigiosos de Centroamérica, Ícaro. En su presentación, la película guatemalteca Fe, de Alejo Crisóstomo, logró llenar el Teatro Nacional y recibió grandes aplausos al acabarse.

Algo parece que está cambiando en Guatemala. Según Lucía Morán, “hace 14 años cuando comenzó Ícaro éramos diez pelones, imagínate lo que ha crecido”. En esta ocasión, en su inauguración, el Teatro Nacional se quedó pequeño. El resto de días, todas las salas se llenaron y el público se lo empezó a tomar de forma seria.  Además, “es un premio que ya te abre muchas puertas”, añade.

A pesar de que la media de películas guatemaltecas por año es de dos o tres, durante el 2010 se crearon alrededor de veinte películas -tres de ellas en el interior del país- muchas de las cuales han sido premiadas y muy elogiadas, sobre todo, en el extranjero, donde cada vez gusta más y es más conocido el cine nacional. Es por eso que muchos han denominado a esta etapa como el “boom del cine guatemalteco”.
“Y todo esto lo hemos hecho sin ley”, dice orgulloso de León. “No estamos a un nivel de principiantes, hay gente muy formada. Lo que hace falta es financiamiento del Estado”, añade.

Morán está de acuerdo: “no se ha asumido el cine como una responsabilidad. Primero, en los años del conflicto, el Estado lo obstaculizó y después no ha aportado nunca nada, por dejadez, por ignorancia… No ha tenido en cuenta la importancia de la imagen en una sociedad”.

El principal beneficio de las producciones nacionales no es el económico. El productor y actor guatemalteco Daneri Gudie afirma que, “hay algunas producciones que han obtenido rentabilidad, pero el beneficio del cine nacional va más allá. Es a largo plazo. Hay que tener en cuenta el valor que tiene como creador de identidad, como espejo de uno mismo, también para transformar valores, para disfrutar de la magia de verse en cine”.
Sin embargo, aunque hay un “boom” de producción; esto no se refleja en el consumo, pues otro de los problemas es que el espacio cinematográfico está copado por otros intereses, los financieros. “El interés de los medios nacionales de acá es que no haya cine nacional, porque es menos rentable comprarte a ti una película como realizador que conseguir unos productos empaquetados que vende Televisa, que es el mismo dueño de los mismos canales, se lo venden entre ellos mismos”, añade Gudiel.

Ramírez lo ejemplifica así: “Imagínate que los pasteles que más te gustan los hacen en una pastelería que está lejos, pero cuando tienes antojo de un pastel, lo que está cerca es otra pastelería; entonces, ¿qué haces? Al final, compras en la que está más cerca muchas veces más que en la que te gusta más”.

Gadiel Álvarez, del circuito Alba -los multicines de Albavisión, la multinacional dirigida Ángel González, que también controla los canales de televisión abierta de Guatemala y la Radio Sonora-, no quiere pronunciarse sobre la ley de cine, pero recalca que su empresa “cree” y “confía” en el cine chapín. Desde hace unos meses, dice, han puesto en marcha un festival de cine denominado De Patojo, como la película del guatemalteco Andrés Pedregal.

“Si de patojo, también soñaste que tu película fuera famosa, hacélo realidad. Participa en nuestro festival de cine y la ganadora estará en las salas de cine del Circuito Alba. Nuestras estrategias hacen que las cosas pasen”, se dice en el anuncio del concurso; lo que ha provocado entre los cineastas una gran incertidumbre, pues dudan si se crea este festival para fomentar el cine o para controlar más lo que se exhibe en sus salas.
Álvarez se explica: “Nosotros no podemos jugar a hacer cine, tenemos que asegurarnos de que se cumplen unos requisitos de calidad para poder exhibirlas en las salas”.

Rentabilidad

En Guatemala es raro que alguna creación audiovisual obtenga beneficios económicos. Pero este aspecto tampoco hay que olvidarlo, recuerdan los miembros de Agacine. Según Lucía Morán,  “algunos cineastas tienen tanta pasión, hay tal amor por el cine, que a veces meten la pata, porque no tendrían que aceptar ciertas cosas. No sabes muy bien de qué están viviendo, realmente. No es eso lo que crea una industria. Hay que crear plataformas que faciliten rentabilidad”.

Según el estudio Guatemala: Un Análisis de la Contribución Económica de la Cultura, pionero en la región centroamericana, realizado por el economista Ernesto Piedras, con datos de hasta 2005, la industria cultural en Guatemala aporta al Producto Interior Bruto del país el 7.26 por ciento, sin tener en cuenta la economía informal.
Además, tampoco hay que olvidarse de los empleos que se originan gracias a las industrias culturales. En el estudio, estiman que el 7.14 por ciento de la población económicamente activa tiene trabajo relacionado con esta industria. En concreto, en los filmes, comenta Danieri Gudiel, se suelen contratar durante todo el proceso de realización entre 500 y 600 personas de media.    

Mientras llega este apoyo estatal, lo que se tiene claro en el mundo cinematográfico guatemalteco es que ellos seguirán haciendo cine de la misma forma que hasta ahora, porque, resaltan, “el medallero nacional en películas sobrepasa al de la selección nacional, porque cada año alguna película guatemalteca ha recibido algún premio internacional o ha sido seleccionada para exhibirse en certámenes de diferentes partes del mundo”, concluye de León.

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